Julieta Martínez: “Hay muchas soluciones disponibles, pero sin recursos ni herramientas. Debemos romper esa brecha y que ambos mundos conversen”


julieta vergara 02La estudiante de antropología UC y activista ecofeminista, Julieta Martínez, aborda en la siguiente entrevista los hitos que la llevaron a involucrarse en el activismo, cómo ha sido su paso por la UC y cuáles son las posibles respuestas a una crisis medioambiental que parece no tener punto de retorno.

Apenas cumplió veinte años y ya tenía a su cuenta una bitácora vital que podría cubrir el itinerario de varias vidas. A los quince años, Julieta Martínez fundó Tremendas, un movimiento de niñas y jóvenes que promueve una sociedad inclusiva donde ellas sean incidentes en los procesos de transformación social y medioambiental. Con 16 años, se convirtió en consejera del Youth Task Force de UNWOMEN, siendo la primera chilena y latina en ocupar un importante cargo consultivo a nivel internacional. Ya ha expuesto, por ejemplo, en el Latin Women Economic Forum, en la COP 25 de Madrid y COP 26 de Glasgow. Un icónico momento vivió al compartir junto a Hillary Clinton como oradora principal del Foro de París. Recientemente, fue reconocida por tercera consecutiva como uno de los 100 latinos más comprometidos con la acción climática. En 2023, además, fue elegida como una de las treinta mujeres más poderosas de Chile según la revista Forbes. También fue el año en que decidió ingresar a la UC a estudiar antropología.

¿Cómo parte tu decisión de involucraste en el activismo medioambiental y feminista?

Tengo el privilegio que desde muy pequeña viví en un hogar donde se escuchaban a menudo palabras como emprendimiento, activismo e innovación social. Por un lado, mi mamá, un pilar fundamental, trabajó por mucho tiempo en el Festival de Innovación Social, FIS, iniciativa que nació en Chile y que se dedica a mostrar emprendedores que tienen un fin social, colectivo. Por otro lado, algo que me afectó tanto a mí como a mi familia, es que padezco diabetes mellitus tipo uno desde los tres años. Cuando tenía doce años llegó a Chile la bomba de insulina, una máquina que te permite pasar de 120 pinchazos diarios a tener una cánula conectada a tu cuerpo que bombea insulina cada vez que lo requieras. Es una maravilla. Una especia de páncreas artificial. Recuerdo que cuando pude tener acceso a esta máquina, mi mamá me dijo “Julieta, cuídala mucho, porque es un privilegio contar con ella”. Este fue un momento de corte donde me percaté de qué significaba tener un privilegio. Allí comencé a investigar sobre sobre lo que era el Plan Auge, y empezamos a construir un grupo que promovió la inclusión de la bomba de insulina en el GES. Este fue el inicio de lo que entendí por activismo: un grupo de personas que no se conocen de ninguna parte y que se reúnen a una hora y día determinados a partir del punto de convergencia de entregarle una mejor calidad de vida no solo a ti sino a quienes también sufren un problema similar al tuyo.


Poco después afloró el movimiento feminista y, además, empecé a estudiar el cambio climático, específicamente desde el punto de vista de los humedales. Al poco tiempo, había fundado Tremendas.

¿En qué punto se cruzan en tu vida la defensa del medioambiente con el feminismo?

Empecé a trabajar en temas de ecofeminismo incluso antes de contar con un marco teórico acabado. Desde muy chica comencé a estudiar los objetivos del desarrollo sostenible y recuerdo que, para organizar mis ideas, elegí los tres objetivos que más me llamaron la atención; partí con el de formación de alianzas ya que siempre me interesó el diálogo, tener la capacidad mínima de conversar y alcanzar soluciones. Después, seguí con el de equidad de género desde la educación. Entonces, llegué al análisis de la crisis climática desde una perspectiva interseccional: cuáles son las soluciones más efectivas entendiendo el cambio climático como una crisis de derechos humanos, cultural y social. Hay una parte de la población particularmente afectada, mujeres, niños y personas mayores. El 80% de los refugiados climáticos son mujeres y niñas.


Me comentas que uno de los principales temas para ti es la educación. ¿Cuáles son las actividades que desarrollas en este plano?

Julieta 3Dentro de Tremendas me encargo de la gestión de alianzas, encargándome de cómo conectarme con el sector privado y público y uno de los proyectos más ambiciosos en este ámbito es la llamada academia Tremendas. Hay dos, cada una con dos versiones. Por ejemplo, en Climáticas, celebrada en pandemia, juntamos a 1.500 niñas provenientes de 22 países interesadas en hablar sobre la crisis climática y en aprender sobre adaptación, mitigación, resiliencia, energías renovables y empleos verdes, etc. Todo este contenido era abordado por científicas y climatólogas; después pasaban a un segundo bloque donde pudieran aplicar el contenido en proyectos. Allí se conectaban entre sí chicas de Chile, Cuba o Bolivia; muchas de las que participaron estudiaron después carreras incumbentes al cambio climático. Ahora queremos seguir esta línea con talleres, con el foco de ir más allá de entregar conocimientos. También trabajamos con docentes ya que nos percatamos que muchos de ellos no tenían las suficientes respuestas frente a las preguntas de sus alumnos con respecto al cambio climático. El 84% de las integrantes de Tremendas son menores de edad, por lo que nos hemos abocado a convertirnos en un cable conductor que conecte distintas instancias de aprendizaje y aplicación.


¿Por qué decidiste estudiar antropología?

Recuerdo que leí el libro De humanos a dioses de Harari donde se habla un poco sobre la antropología. Después, continué averiguando al respecto en Google. También pensé en estudiar en el extranjero en algún momento. Sin embargo, después vino el estallido social, el proceso constituyente, y pensé que si me iba me perdería un momento clave en la historia del país. Viendo opciones me encontré con antropología y me gustó mucho lo de entender al ser humano antes que a la sociedad, y me enamoré. Busqué antropólogas y hablé con ellas. Empecé a aprender, hace muchos años me di cuenta de que estudiar es una herramienta para desarrollar el activismo. La siento, me encanta, he aprendido un montón, más bibliografía sobre temas que me interesan.

¿Cómo te ha acogido la escuela? Eres una alumna no convencional.

Debo admitir que entré en la parada que mes las podía todas. Y me di cuenta de que la carga académica era pesada. Agradezco a los profesores, ha sido increíble, extrañaba la capacidad de acercarme a ellos. Fue un año en que me tocó viajar mucho: estuve en Madrid, Nueva York, Bruselas. Solo fui a los lugares realmente relevantes, ya me dio susto porque soy autoexigente, el miedo de repetir un ramo era intenso. Creo que la respuesta de mis compañeras, un grupo muy bonito y potente, gente dedicada a la poesía y a muchos intereses extracurriculares. La escuela me acogió muy bien y la generación que me tocó es excelente, espero este año manejar mejor mis tiempos y no pasar el mismo estrés innecesario del anterior.

¿Cómo ves el contexto actual?

Muchos científicos señalan que la situación climática se torna irreversible y, más allá de la conciencia que pueda generarse en las nuevas generaciones, el escenario resulta poco halagüeño.


Me acuerdo de una reflexión que tuve temprano. El panorama visto desde la Julieta a los quince años, esa generación que estaba en el colegio y entró a la universidad experimentando todos estos procesos sociales, cómo veo la crisis y la veo hoy, fuera de las estadísticas y las cifras, cómo abrazo el tema. Veía anoche videos míos, y me veía tan positiva y optimista. Después de las conferencias de la COP25 y 26 estaba un poco más decaída, salí sin nada y fue aterrador. La gente me comentaba “Suenas tan pesimista, Julieta”.


El panorama es complejo, el panel intergubernamental sobre cambio climático señaló que llegamos al punto en que ya el nivel de daño es superior a lo que lo mega fauna puede aguantar y que ahora solo debemos abocarnos a sobrevivir y mitigar los efectos, adaptándonos a los cambios inminentes. A nivel de Chile, el gobierno de Boric se presentó como un gobierno ecológico; al inicio hubo un tremendo avance como el acuerdo de Escazú, el que implica mejorar la educación, acceso y transparencia ambientales; se mejoró, además, el plan de marco de cambio climático. Sin embargo, a Chile aún le falta mucho, por ejemplo cómo manejar el hidrógeno verde, el litio, el tema de los empleos verdes y energías circulares. En cuanto a las energías renovables, no podemos caer en el mismo sistema extractivista de los combustibles fósiles. Podemos tener una cantidad enorme de paneles solares, pero estos siguen teniendo carbón, basándose en las materias primas extraídas en los mismos sitios de siempre; América latina, África. Ojalá podamos hablar de esta nueva economía regenerativa, clave para los planes limpios.


La política está alejada de los problemas que se generar en las instituciones educacionales, la realidad de estudiantes y docentes. Hay que a aprender a escuchar más a las personas que viven las crisis educativas, climáticas y de salud. Acercarse a la comunidades más resilientes, tomar sus testimonios y convertirlos en políticas públicas.


¿Qué experiencias virtuosas podrías citar?

juli hilarry 1024x576El caso de Monte Patria. A nivel climático, son los primeros migrantes climáticos del país. Una comunidad afectada por la sequía, una zona inhabitable de la cual se tuvieron que mudar Esto, partir una vida de cero, reinventarse, se vuelve un problema urbano, social, interseccional. En el libro Guardianas del agua, que junta testimonios de mujeres que ocupan cuatro o cinco horas diarias en ir a buscar agua aparecen varias historias al respecto. Una vez hablé con una señora que vivía en Monte Patria que me explicó las herramientas que empleaba para cuidar el agua para bañarse, para la cocina, el jardín; un sistema muy elaborado ya que hay una cantidad finita de agua. Esta señora hablaba exactamente de lo mismo que se trabaja en los comités y conferencias de adaptación climáticas, solo que en un ámbito mucho más personal y específico. El Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2 toma estos testimonios para traspasarlos a planes de adaptación.

En un caso mucho más cercano, a través de Tremendas -con quienes hemos llegado al 87% de las comunas- conocí a una chica de Cabrero, una zona de sacrificio no reconocida, con contaminación de aire y suelo, industria forestales. El nombre de la chica es Paz Quevedo, cuando ella tenía 16 años fue seleccionada para viajar como parte de Tremendas a la COP26 en el ámbito de sociedad civil. Una vez, estando en su casa, Paz me tomó del brazo y me dijo “¿ves esas nubes? Desde que tengo memoria hasta los 14 años pensé que eran creadas por las termoeléctricas”. Fue muy impactante. Seguimos trabajando juntas y desarrollamos el documental Las nubes de paz, el cual dirigí, basado en la historia de Paz y de Cabrero. El caso de Paz, una joven que recién piensa en la PAES, es el de alguien que tuvo que hacerse activista porque no había otra opción. Aquí está el valor agregado que puede entregar el escuchar a las personas involucradas. Hay muchas soluciones disponibles, pero sin recursos ni herramientas. Debemos romper esa brecha y que ambos mundos conversen.